La profesión de Graduado Social es relativamente reciente, se remonta al año 1925 cuando por Real Decreto de su Majestad el Rey Alfonso XII se crean las **Escuelas Sociales del Ministerio de Trabajo**. En ellas los que estaban destinados a ser funcionarios de dicho Ministerio estudiaban **política social y economía**. Cinco años más tarde, en 1930, se pone en marcha el Segundo Ciclo que otorgaba el Diploma de Graduado Superior. El salto a la Universidad llegaría cuando los estudios pasaron a depender del Ministerio de Educación.
En 1945 un Decreto incluye expresamente a los Graduados Sociales entre los que pueden representar a los trabajadores en la celebración de juicios. Sería en el año 1950 cuando llegaría el Decreto de 22 de diciembre que creó los Colegios Oficiales de Graduados Sociales y estableció la colegiación obligatoria.
En el Plan de Estudios de 1967 se considera al Graduado Social como un técnico social y laboral y **no es hasta 1980 cuando llegaría el tan esperado título de Diplomado Universitario con la creación de un nuevo Plan de Estudios**. Creía necesaria esta breve introducción sobre la historia de esta social profesión antes de adentrarme en el tema de la ética deontológica.
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En términos generales hablamos de ética profesional. Cualquier «profesión» en su origen tiene como finalidad el bien porque **toda profesión tiene una dimensión social de servicio a la comunidad**, cuyo interés particular es el beneficio que obtiene de ella .
Podría decirse que todas **las profesiones tienen la obligación de cumplir una serie de deberes y ejercer el servicio a los demás.** Aunque los problemas surgen cuando entran en escena el egoísmo, la envidia, el afan de protagonismo, los intereses propios, el afán de lucro y la ambición de un éxito que probablemente, en muchos casos, no sea merecido.
Kant se hacía la siguiente pregunta: **¿qué debo hacer?**
Y la respuesta viene dada por los deberes de los profesionales: Cumplir el código deontológico , la necesidad de cumplir y hacer cumplir las normas y deberes de la profesión. Porque si respetamos nuestra ética como profesionales, si defendemos los **valores éticos y los cumplimos será de este modo como alcanzaremos el tan ansiado éxito profesional**, y en algunos casos es así, pero no en todos los casos esto ocurre.
En ocasiones las personas nos dejamos llevar por nuestras ambiciones, por nuestro egoísmo y por nuestros aires de grandeza. Queremos conseguir el éxito a toda costa y lo antes posible. Y creemos que el fin justifica los medios. Es ahí dónde la ética y el éxito entran en conflicto.
Los Colegios Profesionales y los Códigos Deontológicos velan para que el buen hacer de los profesionales y los valores que representan se cumplan.